¿A quién no le gustaría trabajar en una empresa como Google? En sus oficinas centrales, ubicadas en California, disponen de restaurantes, cafeterías, gimnasios, piscinas, salas de relax y masajes; pistas de tenis y de voleibol. Incluso hay salas para jugar a la consola, hacer puzles o construir un lego. La idea es que los geek encargados de seguir haciendo que Google continúe al frente de la innovación tecnológica en la red puedan tomarse una pausa cuando estén cansados o agobiados y despejarse. Así, seguro que luego rinden más y son mucho más eficientes y creativos.
De un tiempo a esta parte, además, entre la oferta de actividades que proponen a sus trabajadores, hay un curso de meditación. Se llama “Busca en tu interior. El camino inesperado para conseguir éxito, felicidad (y paz en el mundo)” y se trata de sesiones orientadas, sobre todo, a enseñar a la plantilla de este gigante de internet inteligencia emocional a través de la práctica meditativa. Desde que lo pusieron en marcha, ya han pasado más de mil trabajadores por estas clases, y hay largas listas de espera cada vez que lo ofertan, cuatro veces al año. En cada ocasión pueden participar hasta 60 personas y dura siete semanas.
En un reportaje sobre este programa de meditación, publicado hace unos meses en The New York Times, Richard Fernández, director de desarrollo ejecutivo y psicólogo de formación, afirmaba que notaba muchas diferencias en cómo llevaba a cabo su trabajo después de tomar estas clases. Aseguraba que ahora era mucho más flexible y era capaz de adaptarse mejor a las situaciones como jefe de un equipo: “Escucho más atentamente y con menos reactividad en las reuniones”, decía.
Google no es la única empresa que entrena a sus trabajadores en esta práctica oriental. También lo hace, por ejemplo, el Deutsche Bank. Se ha comprobado científicamente que meditar reporta muchos beneficios. Hasta ahora, solía asociarse con la relajación y se sabía que reducía el estrés. Pero ahora, gracias a las técnicas de imagen cerebral desarrolladas en los últimos veinte años, se ha podido empezar a demostrar que meditar tiene la capacidad de modificar la estructura del cerebro y también sus funciones.
Tan sólo media hora de meditación al día basta para aumentar la capacidad de atención y de concentración; también mejorar la memoria y el proceso de toma de decisiones. Y, quizá lo más importante, regular las emociones. Eso hace que, en un equipo, la gente se entienda, sea más empática y se lleve mejor, que esté más avenida y el grupo sea más compacto, lo que repercute positivamente en la calidad del trabajo.
Tan sólo media hora de meditación al día basta para aumentar la capacidad de atención y de concentración; también mejorar la memoria y el proceso de toma de decisiones. Y, quizá lo más importante, regular las emociones. Eso hace que, en un equipo, la gente se entienda, sea más empática y se lleve mejor, que esté más avenida y el grupo sea más compacto, lo que repercute positivamente en la calidad del trabajo.
Cosa seria A pesar de que durante bastante tiempo –e incluso tal vez ahora– se solía asociar la meditación con los hippies y los yoguis, y muchos eran escépticos acerca de sus beneficios, lo cierto es que esta práctica empezó a despertar el interés de algunos científicos hace casi cuarenta años. Richard Davidson, profesor de Psicología y Psiquiatría de la Universidad de Wisconsin-Madison, y director del Centro para la Investigación de Mentes Saludables, fue uno de los pioneros. Cuando al final de su segundo año de carrera en Harvard, en los años setenta, se fue con su mujer a India y Sri Lanka, muchos de sus compañeros y profesores pensaron que estaba loco y que iba a dar al traste su prometedor porvenir.