2012/04/15

"¡La desglobalización!"


Arnaud Montebourg: "No debemos trabajar como

 chinos sino forzar a China a seguir 

nuestras reglas"

"La globalización ha hecho retroceder a Europa, ha hundido sus niveles de salario y de

 protección social", afirma el autor de '¡Votad la desglobalización!' | "Los políticos que 

dejaron actuar a los mercados han sido apartados por sus ciudadanos" | "Si los 

socialdemócratas no hacen una oferta política aceptable para la gente, serán sustituidos

 por otros políticos"

Cultura | 15/04/2012 - 00:00h
Arnaud Montebourg (Clemency, 1962). Dio la sorpresa en las primarias francesas, estuvo a punto de pasar a la segunda vuelta, y hoy asesora a 
Hollande Dani Duch
Pedro Vallín
Madrid
¿Y si el camino de la austeridad, los recortes y el abaratamiento del empleo fuera un 
suicidio, no sólo para la clase trabajadora sino para la economía del continente? ¿Y si 
Alemania estuviera conduciendo a Europa hacia el abismo? Arnaud Montegourd 
(Clemency, 1962) está convencido. De los muchos politólogos, filósofos, lingüistas, o 
intelectuales en general que han escrito libros en el último lustro, acaso en la última 
década, sobre el devenir de las izquierdas, sus cíclicas crisis de identidad y de modelo
, este diputado francés es el único que no se detiene en la más o menos lúcida 
autocompasión: propone una política de comercio exterior para la UE que grave con
 tasas toda importación procedente de países que no respeten los derechos políticos
 o laborales, o que no apliquen las políticas medioambientales suscritas por occidente: 
que no tengamos que competir con China con una mano atada a la espalda pues la
 chinificación del mercado laboral significa el fin del modelo de civilización europeo. 
Dio la sorpresa en las primarias francesas, estuvo a punto de pasar a la segunda 
vuelta, y hoy asesora a François Hollande en su campaña a las presidenciales. Su 
libro¡Votad la desglobalización! (Paidós) son las setenta páginas más 
estimulantes de cuantas se han escrito sobre la actual coyuntura económica. No hay 
lloros ni utopías: sólo real politik.
¿Qué posibilidades de éxito tiene la desglobalización que postula después de que 
hace ya casi una década que se disolvieron los movimientos antiglobalización?
Tiene posibilidades porque la desglobalización ya ha empezado su proceso: con la 
explosión del precio de la energía, el ascenso de las reivindicaciones sociales en los 
países emergentes, el imperativo para todos los países de atajar el cambio climático, 
la quiebra del sistema financiero globalizado... Todo eso tiende a una moderación de 
la globalización, a una cierta regionalización de las economías, continente por continente
.

¿Internet, en tanto catalizador de la globalización, no es un obstáculo para esa 
regionalización?Con Internet los modos de vida se uniformizan, lo que se vuelve
 insoportable para los individuos que quieren conservar el control de su destino, y eso
 vale para los individuos como para Europa. Pero, aunque exista internet eso no 
significa que estemos condenados a alinearnos en un modelo antisocial, 
esclavista de partido comunista chino. No estamos condenados como ciertos países 
de Asia. Queremos defender nuestro modo de vida, la protección social, los servicios
 públicos, nuestra libertad de vivir según nuestros deseos. Esto es la 
desglobalización, y eso se materializa con el control con un acercamiento de los medios
 de producción y consumo. A efectos de la UE es la reindustrialización de nuestros 
países, la modificación de los modos de consumo, consumiremos menos pero mejor, e
 igualmente tendremos políticas que prioricen la producción frente al consumo.
Aunque los datos sobre el empobrecimiento progresivo de la clase trabajadora y 
las clases medias en toda Europa que usted incluye en el libro son
 incontestables, hay muchos teóricos del liberalismo que insisten en que el 
mercado libre ha traído la reducción real de la pobreza en el mundo. Los 
indicadores de Naciones Unidas sobre niños que mueren de hambre cada año o 
sobre población con acceso al agua potable parecen darles la razón porque 
mejoran década tras década.Pero el problema no es saber si la globalización está 
bien o está mal en sí misma, sino averiguar si es conforme a nuestros intereses o no. 
Se trata de un lenguaje un poco diferente al que normalmente oímos a los 
economistas. No se trata de una teorización: yo he constatado que la globalización 
ha hecho retroceder a Europa, hundido los niveles de salario, la protección social y 
tampoco ha hecho progresar considerablemente a los pueblos más pobres. 
Y también es pertinente preguntarse qué es la globalización: ¿es el medio de acentuar
 los progresos dentro de los países pobres con multinacionales que obligan a los más 
desheredados a trabajar poniéndoles una pistola en la sien? La pregunta es si 
continuamos permitiendo que los que más tienen tengan cada vez más o imponemos
 desde la política requisitos que fuercen a cambiar las cosas. La desglobalización 
es una manera de mejorar el nivel de vida en los países más desfavorecidos porque
 lo que debemos hacer es decir a los chinos que si quieren vender a nuestros países, 
donde hay protección social, derechos laborales y políticos, tienen que pagar a sus
 trabajadores, tiene que desarrollar sus mercados domésticos, cumplir con el medio
 ambiente y reconocer derechos políticos a la población. ¿Se entiende?
Se entiende.Ahora mismo no lo hacen. No han construido un sistema de protección 
social, ni se pagan buenos salarios y no respetan las leyes internacionales
 medioambientales. Pues bien, tienen respetar todo eso, porque ahora tienen el dinero.
 Está en las bolsas de las multinacionales, y en las arcas de los estados. 
Los mandatarios chinos hoy día en lugar de invertir sus excedentes en el desarrollo 
social de su país los dedican a venir de shopping [compras] a Europa.
¿Shopping de deuda?Bravo, eso es. Pero también han comprado el puerto de Grecia,
 el Pireo, el más importante puerto industrial de Grecia y uno de los más importantes del 
Mediterráneo.
Interpretando las soluciones que usted propone, la incorporación de tasas a las
 mercancías de fuera de la UE, singularmente las de países emergentes que 
no respetan las reglas del juego, ¿no sería lo mismo una devaluación fuerte 
del euro, que encarecería las importaciones y abarataría las exportaciones?Puede
 ser, pero no es bastante.
Aquí se ha dicho mucho, a propósito de la crisis que atravesamos, que si 
tuviéramos moneda propia, deberíamos devaluar y que la reforma laboral 
pretende devaluar de facto toda la economía española al no poder devaluar 
la moneda.Claro, pero esto sólo supone más sufrimiento para los españoles. 
La moneda es un aspecto del problema, pero porque en Europa no está gestionada 
políticamente. Todos los países que hoy han salido de la crisis son los que ante la 
situación han decidido controlar políticamente su dinero, sus fronteras, sus empresas 
y sus finanzas. Y nosotros hemos dejado los mercados abiertos, las fronteras 
abiertas, las finanzas libres y la moneda en mano de tecnócratas del Bundesbank. 
Hagan lo que hagan con la moneda les colgamos medallas, y mientras tanto los 
estados han ido desapareciendo. Entonces, ¿qué es lo que queda? El 15 de mayo, 
eso es lo único que queda.
¿Su idea de la desglobalización puede triunfar cuando muchas izquierdas 
europeas, la española sin ir más lejos, han transigido con la ortodoxia alemana?
 ¿Cabe pensar un giro en Europa en defensa de su modo de vida o puede darse
 la subversión ciudadana de la que muchos alertan? ¿El divorcio entre la 
población por un lado y la política y los medios de comunicación por otro, puede
 causar un colapso?Los pueblos no se pueden quedar sin una solución política. 
Habrá nuevos políticos si los socialdemócratas de hoy día no son capaces de hacer 
una oferta que sea aceptable para los pueblos. Por ejemplo, todos los que han 
creído en los mercados, han sido apartados por su pueblo: Jospin, en Francia; Blair,
en Reino Unido; Zapatero, en España; Prodi y Berlusconi, en Italia… Todos los que
 han utilizado el estado, la fuerza del estado para tratar de someter la economía, han 
ganado.
Del libro se deduce que su confianza en la desglobalización no es sólo ideológica, porque la entiende más justa, sino porque cree que lo contrario nos conduce al desastre.Las dos cosas.
Usted describe la situación de Alemania, prisionera de la crisis griega, con una 
depauperada clase trabajadora, un inmenso paro camuflado bajo la ficción 
estadística de los minitrabajos y una sangría de pérdida de poder adquisitivo de
 las clases medias alemanas en estos quince últimos años… Pero no sólo no 
cambia de política sino que impone sus políticas al resto y tampoco se aprecian
 movimientos de reacción como los que se han visto en otros países europeos 
o en Estados Unidos con los Indignados.No, no, en Alemania hay un movimiento
 social muy encuadrado y fuerte que manifiesta mucha impaciencia por la destrucción
 de los niveles salariales y de las protecciones sociales. Es muy interesante en este 
sentido que el partido socialista francés y el SPD alemán acaban de firmar un acuerdo 
político que propone la reorganización de la UE, el relanzamiento de los niveles 
salariales, el blindaje de los niveles adquiridos de protección social, un gran plan de
 inspiración keynesiana a nivel europeo. Hace pocos días lo ha recordado el propio 
François Hollande, la adopción de este programa que no es de austeridad, sino de 
crecimiento.
Pero a pesar de que es verdad que hay un claro de movimiento de reacción 
contra la fe ciega en la austeridad y que reclama incentivos de crecimiento, no
 hay voces que reclamen la recuperación de las fronteras y las tasas para el 
comercio intercontinental.Pues ahora lo hemos introducido en el programa de 
Hollande y del SPD. Este acuerdo es muy importante, créame.
Hay una frase en el libro que impresiona: dice usted que en la carrera por 
abaratar el coste de la mano de obra, nunca seremos los bastante pobres 
para contentar a las exigencias planteadas.Se lo contestaré en forma de pregunta.
 La UE es el primer poder económico del mundo, por delante de China o Estados 
Unidos. ¿Por qué razón tendríamos que aceptar una ley que no nos resulta 
conveniente ni aceptable, que no hemos elegido porque nunca ha sido debatida, 
que no es conforme a nuestros intereses y que además incrementa los desequilibrios
 en terceros países?
¿Hay alguna receta para sacar a la izquierda europea del ensimismamiento y la 
melancolía?
¡La desglobalización!