2012/03/13

"El placer de cansarse"

El placer de cansarse

Hay personas que pueden disfrutar con el esfuerzo y con el cansancio: una sensación parecida a la plenitud

ES| 18/11/2011 - 08:52h
Después de unos años de pereza, he vuelto al gimnasio. Lo he hecho por dos motivos. En primer lugar, porque estudio un fenómeno que me intriga: la resistencia al esfuerzo. Parto de un hecho muy fácil de constatar: la actividad –sea física o mental– produce cansancio, una sensación desagradable que nos impulsa a descansar para eliminarla.
Como todos los sentimientos negativos, el cansancio nos informa de que algo va mal. Mediante el entrenamiento, podemos alcanzar más resistencia, más fondo. Pero en este momento no me interesa esta cuestión, sino otra más sutil. No todas las personas sienten el cansancio físico de la misma manera. Para unas resulta una experiencia emocionalmente angustiosa. A otras, en cambio –sin dejar de ser desagradable– les provoca un sentimiento de bienestar. De hecho, sabemos que el ejercicio físico produce endorfinas y es un estupendo antidepresivo. Casi todas nuestras experiencias pueden tener interpretaciones diferentes. Por ello, hay personas que pueden disfrutar con el esfuerzo y, por lo tanto, con el cansancio, que les proporciona una sensación cercana a la plenitud.
Jean-Paul Sartre, un gran analista de este tipo de emociones difíciles de definir, ponía el siguiente ejemplo: he salido de excursión con unos amigos. Al cabo de varias horas de marcha aumenta mi fatiga y acaba por hacerse muy penosa. Al principio, resisto, y después, de pronto, claudico, cedo, arrojo mi mochila al borde del camino y me dejo caer junto a ella. Mis amigos me reprochan mi abandono. Lo hacen porque piensan que soy libre y, por lo tanto, podría haber aguantado más. Me defenderé diciendo que estaba demasiado cansado. ¿Quién tiene razón? ¿Es verdad que no podemos más cuando decimos que no podemos más?
No cabe duda de que podría haber obrado de otra manera, pero Sartre se pregunta: ¿podría haberlo hecho sin cambiar por completo mi modo de estar en el mundo? Mis amigos posiblemente están tan fatigados como yo. ¿A qué se debe entonces que padezcan su fatiga de otro modo? Si interrogo a mis compañeros, me explicarán que ciertamente están fatigados, pero que ellos aman su fatiga: se abandonan a ella, les parece que en cierto modo es el instrumento privilegiado para descubrir el mundo que les rodea, para adaptarse a la aspereza de los caminos, para descubrir el valor montañoso de las cuestas; así también esa leve insolación de su nuca, ese leve zumbido en sus oídos, les permitirán realizar un contacto directo con el sol. Y el sentimiento del esfuerzo es para ellos el del cansancio vencido. ¿A qué se refería Sartre al hablar del “modo de estar en el mundo”? Aunque la realidad es igual para todos, cada uno de nosotros la interpretamos a partir de nuestras creencias básicas y de nuestros estilos emocionales. No es igual el mundo de una persona activa que el de otra pasiva, el de un optimista y el de un pesimista, el del resistente y el del vulnerable. El gran objetivo de la nueva educación es ayudar a que el “modo de estar en el mundo” aprendido por nuestros niños sea animoso, intrépido, optimista, resistente. Soportar el cansancio es una forma de valentía.
Les dije al principio que había vuelto al gimnasio por dos razones. La segunda es: para recobrar la agilidad, que es también un modo de estar en el mundo. La realidad, el espacio, el movimiento, no es igual para el ágil que para el pesado. No me extraña que el teólogo Tomás de Aquino dijera que los “cuerpos gloriosos” poseen una esencial agilidad. Es el gran premio.