2012/03/27

"Sin humor y sin juego no se puede hacer nada serio"




...i per algun motiu el que tots pensem algun cop o ens adonem que compartim... només diuen els honestos de La Contra... a riure!



Carlos Cañeque, profesor, escritor y flamante director de cine documental


"Sin humor y sin juego no se puede hacer nada serio"

27/03/2012 - 00:00
Foto: Jordi Play
Ping-pong
No sé si Cañeque aprecia la simpatía por encima de la intelectualidad, pero yo sí, y él es un tipo simpático, capaz de cuestionarse y reírse de sí mismo. Su primera película, Queridísimos intelectuales (del placer y del dolor) se acaba de estrenar: en ella conversa sobre la vida con diez personajes de la cultura. Y a esta le seguirá una segunda parte, La cámara lúcida, en la que se atreve a divertirse: toca el piano y hace siete papeles con humor: de crítico, de catedrático... Ha publicado varios libros de conversaciones (Berlanga, Borges), otro sobre Cioran y cuatro novelas; con Quién ganó el Nadal. En esta entrevista partido de ping-pong ganamos los dos: quedamos emplazados para seguir conversando.
Lo de intelectual hoy suena pedante.

Si un intelectual es un creador de opinión, está claro que su función hoy es muy pobre. En mayo del 68 si Sartre daba una conferencia había 50 fotógrafos. ¿Qué intelectual tiene hoy esa presencia?

Les define la queja.

Es posible, pero a los intelectuales se les pide libros fáciles, divulgativos, y eso es un termómetro de nuestra sociedad.

En su documental ha preguntado a diez intelectuales sobre el placer y el dolor.

Sí, y eso significa filosofar sobre la vida, el erotismo, la risa, las drogas, el orgullo, el miedo, la envidia, la guerra, la muerte...

¿Y?

No dejé de sorprenderme: Santiago Carrillo me dijo que en la guerra las mujeres suelen olvidarse de la virginidad, me impresionó.

Todo se vive con más intensidad cuando reina la muerte.

¿Qué debió de ver Carrillo? Elena Ochoa compara a Ferran Adrià con Duchamp y Shakespeare y acto seguido Savater dice que cuando los romanos empezaron a comer lenguas de ruiseñor arrancó su decadencia. Pero probablemente el personaje que más me sorprendió fue Xavier Rubert de Ventós.

¿Qué le dijo?

Que la víspera de la muerte de su padre le afeitó y guardó los pelos de su barba por si algún día lo puede clonar: "Para crear un hijo-padre que educaré yo".

Muy transgresor.

Hablando del dolor me dijo que la gente que sabe que se está muriendo disimula, porque los familiares y amigos dejan de visitarlo: no soportan la mirada consciente del que sabe que le quedan días. Nuestra sociedad obliga a los agónicos a hablar del Barça.

Y usted, ¿qué ha aprendido?

Que uno debe hacer lo que quiere en la vida, que elegir bien una carrera es algo fundamental. Y me encantaría transmitir a los alumnos que leer te puede hacer muy feliz.



¿Alguna idea para que lean?

La mejor manera es por medio de la creatividad, ¿por qué no hacer concursos de cuentos, un Nadal para menores de 16 años? Hay algo que dijo Elena Ochoa sobre la docencia que me parece muy sensato: en lugar de ciudadanía habría que enseñar la ironía.

¿Qué ha perseguido usted?

Una idea de Nietzsche que fue muy mal interpretada: atrévete a ser individuo, no seguir modas, no ceder.

Vivimos presos de lo políticamente correcto, empezando por los intelectuales.

Los intelectuales con demasiada frecuencia están a la moda, sí.

Y tienen un gran ego.

Hay una idea de Savater que me parece muy brillante: los orgullosos no somos vanidosos, dice, porque el vanidoso depende de los demás, en cambio el orgulloso se basta a sí mismo. Cuenta que Octavio Paz vivía obsesionado con ganar el premio Nobel.

Obsesión recurrente.

Savater le decía que era mucho más difícil ser Octavio Paz que conseguir el Nobel. La vanidad busca el reconocimiento, el orgullo pasa de premios.

Igual ni vanidad ni orgullo, igual humildad y coraje.

No sé si el creador puede ser humilde, porque al mínimo soplido abandonaría. Hubo artistas que murieron muy pobres y aislados, quizá el orgullo los mantuvo en pie.

Existió una fuerza intelectual en la transición, ¿dónde están ahora?

Se han convertido en intelectuales orgánicos de periódicos, grupos de presión y divulgadores..., es su única salida.

También pueden levantar la voz: subirse a una tarima desnudos.

En mi segunda parte de la trilogía sobre el placer y el dolor, La cámara lúcida, hago siete papeles, hago de payaso, así que me estoy subiendo a la tarima desnudo.

¿Qué más ha descubierto sobre el placer y el dolor?

A todos les pregunté si el orgasmo es la sensación más placentera que conocemos y casi todos me dijeron que no. Y me dieron muchas frases para pensar.

¿Por ejemplo?

"El dinero es lo más inmaterial del mundo". Y los que rondan los ochenta años coinciden en que la vejez es como una enfermedad. "Aprender a morir es nuestra asignatura pendiente para estar riéndonos hasta el último momento", concluye Carlos Moya.

La vejez está a la vuelta de la esquina.

Los jóvenes no se plantean nunca la idea de la muerte ni de la vejez.

Lo curioso es que gente madura vea la vejez como algo que les ocurre a otros.

Je, je... ¿lo dice por mí? Es que si no te duele nada sigues con tu locura, con tus ilusiones...

¿Cabe la alegría entre placer y dolor?

Parece que los intelectuales la tienen vedada, los hay que no se ríen nunca. Piense en Bergman, Thomas Mann... Hay autores que casi no han concedido espacio a la alegría.

Es que la alegría es una militancia.

En el mundo de la universidad hay mucha competitividad, mucha mala leche. Siempre el otro es el idiota. Es una mezcla de ego y conspiración, y de una endogamia total. En eso los norteamericanos son más abiertos: fichan a los buenos, no importa de qué país. Aquí todo tiene que ser de casa.

Miseria la hay en todas partes.

Sin humor y sin juego no se puede hacer nada serio.